viernes, 27 de enero de 2012

Objetos infernales #1

Hoy vengo a contaros una anécdota que servirá de anclaje para denunciar uno de los objetos más perversos creados por la humanidad en los últimos años. No os voy a hablar ni de un arma de destrucción masiva, ni de una máquina de tortura, ni nada por el estilo. Es un objeto sencillo, común, que podéis encontrar en cualquier hogar de cualquier parte. Pero no os lo diré aún... Primero centrémonos en el contexto.

Ayer, jueves, noche de Sherlock Holmes en Antena 3. Estaba yo tranquilamente en mi sofá, toda puesta, con la manta por encima, las pipas, reservas de agua para aguantar toda la noche y presumibles ganas de dormir ahí, abandonando mi dulce camita a su suerte por motivos que no vienen al caso. La serie termina y me deja un amargo sabor de boca por un final abierto y cargado de ¿qué pasará? que me impide dormir tranquilamente.

Permanezco tumbada en el sofá, completamente a oscuras, toda la casa en silencio. Ni si quiera escucho el dulce ronroneo de Chu, mi gatita, tumbada encima de mí. Nada, todo en silencio. Empiezo a dormirme. Y de pronto...

¡PSSSSFFFFHHHHH!

Pegué tal salto que la pobre Chu salió corriendo del comedor. Y yo me quedé inmóvil, asustadísima. ¿Qué mierda había sido eso? Con el tembleque encima, cogí el móvil y activé la función linterna (si es que es multiusos el cacharro este. Cómo lo adoro) y me dispuse a investigar qué o quién había perturbado mi sueño. No parecía haber nada fuera de lo común; todo seguía en su lugar y no había ninguna sombra sospechosa que me indicara peligro alguno. Imaginaciones, pensé. Y me volví a tumbar.

 ¡PSSSSFFFFHHHHH!

¡El colmo! De nuevo me levanté, ya más cabreada que asustada, y empecé a dar vueltas por la sala buscando de dónde leches venía el ruidito de los cojones las narices. Estaba terminando de dar la vuelta, pasando por delante de la chimenea y ya con dirección al sofá cuando...

 ¡PSSSSFFFFHHHHH!

 En toda la cara. Ahí estaba. Un maldito AMBIENTADOR. Pero no uno de esos ambientadores normales que van soltando el olorcillo, no. Un ambientador de los que te escupen si pasas por delante y, sino, te van escupiendo cada diez minutos. Encolerizada, agarré el cacharro en plena oscuridad y me ensañé a gusto con él. Aún estoy encontrando piececitas por el comedor...

Pues bien, queridos lectores. Si alguna vez queréis pasar una noche de sofá y tenéis uno de estos por casa, recordad apagarlo, esconderlo, quemarlo o regalárselo a la vecina odiosa del cuarto. Evitareis muchos ataques de ira y seguro que conseguís poder dormir en paz. 

¡Nos leemos próximamente!

S.

P.D: Atentos a la pestañita de "El mundo de Liees". Pronto habrá actualizaciones. MUAJAJAJAJA.



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